the chorus in my head.





viernes, 12 de febrero de 2010

Dice Martin Buber que la problemática del hombre se replantea cada vez que parece rescindirse al pacto primero entre el mundo y el ser humano, en tiempos en que el ser humano parece encontrarse en el mundo como un extranjero solitario y desamparado. Son tiempos en que se ha borrado una imagen del Universo, desapareciendo con ella la sensación de seguridad que se tiene ante lo familiar: el hombre se siente a la intemperie, sin hogar. Entonces, se pregunta nuevamente sobre si mismo.
Asi es nuestro tiempo. El mundo cruje y amaneza derrumbarse, ese mundo que, para mayor ironía, es el producto de nuestra volundad, de nuestro prometeico intento de dominación. Es una quiebra total. Dos guerras mundiales, las dictaduras totalitarias y los campos de concentración nos han abierto por fin los ojos, para revelarnos con crudeza la clase de monstruo que habiamos engendrado y criado orgullosamente.
Ha llegado el momento de decir adiós al siglo XIX, a ese maravilloso siglo XIX, con Stephenson y su máquina de vapor, su electricidad, su pujante economía capitalista, su optimísmo cósmico. Ese siglo en que todos los males de la humanidad iban a ser resueltos mediante la Ciencia y el Progreso de las Ideas; en que se ponía a los hijos nombres como Luz y Libertad, y en que se constituían bibliotecas de barrio llamadas Músculo y Cerebro.
El siglo XX esperaba agazapado como un asaltante nocturno a una pareja de enamorados un poco cursis. Esperaba con sus carnicerías mecanizadas, el asesinato en masa de los judíos, la quiebra del sistema parlamentario, el fin del liberalismo económico, la desesperanza y el miedo. En cuanto a la Ciencia que iba a dar solución a todos los problemas del cielo y de la tierra, había servido para facilitar la concentración estatal y mientras por un lado la crisis epistemológica atenuaba su arrogancia, por el otro se mostraba al servicio de la destrucción y de la muerte. Y así aprendimos brutalmente una verdad que debíamos haber previsto, dada la esencia amoral del conocimiento científico: que la ciencia no es por sí misma garantía de nada, porque a sus realizaciones les son ajenas las preocupaciones éticas.
Frente al caos capitalista, surgió el movimiento socialista, pero pronto adquirió los atributos del siglo que quería combatir: La Ciencia y la Máquina se convirtieron en sus dioses tutelares, y al socialismo "utópico" de Owen,Fourier y Saint-Simon sucedió el socialismo "científico" de Marx. Y de este modo, la concentración del poder estatal mediante la ciencia y la economía condujo a los superestados basados en la máquina y en la totalización.
Esta crisis no es sólo la crisis del sistema capitalista: es el fin de toda esa concepción de la vida y del hombre, que surgió en Occidente con el Renacimiento. De tal modo que es imposible entender este derrumbe si no se examina la esencia de esa civilización renacentista:
Tal como Berdiaelff advirtió, el Renacimiento se produjo mediante 3 paradojas:
1° Fue un movimiento individualista que terminó en la masificación.
2° Fue un movimiento naturalista que terminó en la maquina
3° Fue un movimiento humanista que terminó en la deshumanización.
Que no son sino aspectos de una sola y gigantesca paradoja: la deshumanización de la humanidad.
Esta paradoja, cuyas últimas y mas trágicas consecuencias padecemos en la actualidad, fue el resultado de dos fuerzas dinámicas y amorales: el dinero y la razón. Con ellas, el hombre conquista el poder secular. Pero- y ahí esta la raíz de la paradoja- esa conquista se hace mediante la abstracción: desde el lingote de oro hasta el crearing,desde la palanca hasta el logarítmo, la historia del creciente dominio del hombre sobre el universo ha sido también la historia de las sucesivas abstracciones. El capitalismo moderno y la ciencia positiva son las dos caras de una misma realidad desposeída de atributos concretos, de una abstracta fantasmagoría de la que también forma parte el hombre, pero no ya el hombre concreto e individual sino el hombre-masa, ese extraño ser todavía con aspecto humano, con ojos y llanto, voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca maquinaria anónima. Este es el destino contradictorio de aquel semidios renacentista que reivindicó su individualidad, proclamando su voluntad de dominio y transformación de las cosas. Ignoraba que también él llegaría a transformarse en cosa.
Hombres como Pascal, William Blake, Dostoievsky, Baudelaire, Lautrpeamont, Kierkegaard, Nietzsche intuyeron que algo trágico se estaba gestando en medio del optimismo. Pero la Gran Maquinaria siguió adelante. Desolado, el hombre se sintió por fin en un universo incompresible, cuyos objetivos desconocía y cuyos Amos, invisibles y cruele, lo llenaban de pavor. Mejor que nadie, Franz Kafka expresó la sensación de desamparo del hombre de nuestro tiempo. Y aunque la soledad del hombre es perenne, so sociológica sono metafísica, únicamente una sociedad como ésta podía revelarla en toda su magnitud. Así como ciertos monstruos sólo pueden ser entrevistos en las tinieblas nocturnas, la soledad de la criatura humana se tenía que revelar en toda su aterradora figura en este crepúsculo de la civilizacion maquinista.

"Hombres y engranajes" de Ernesto Sabato.

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